Imaginemos cómo sería el mundo sin música. Terrible, sin duda. Y sin embargo, no hace tanto tiempo a la mayoría de las personas les era imposible escuchar música a voluntad, cuando les apeteciera o la necesitaran. Hasta la llegada de inventos como la radio o el fonógrafo, no existía ninguna forma de escuchar música, a no ser que fuera tocada en ...
Imaginemos cómo sería el mundo sin música. Terrible, sin duda. Y sin embargo, no hace tanto tiempo a la mayoría de las personas les era imposible escuchar música a voluntad, cuando les apeteciera o la necesitaran. Hasta la llegada de inventos como la radio o el fonógrafo, no existía ninguna forma de escuchar música, a no ser que fuera tocada en directo. Las canciones populares eran transmitidas por vía oral, de los padres y las madres a los hijos y las hijas; la música se escuchaba en las fiestas de los pueblos, o tal vez en la iglesia… Por otra parte, la música “culta” estaba reservada a las clases altas, que podían permitirse el lujo de contratar orquestas de cámara o de acudir a las representaciones operísticas o musicales.
Era un mundo sin radio ni televisión; sin tocadiscos, casetes o reproductores de CDs. Y por supuesto, sin Spotify, iTunes, YouTube o música en streaming. Algo increíble. Y aún así, la pasión que los seres humanos sentimos por la música consiguió que las composiciones permaneciesen en el tiempo y se continuaran escuchando. Podía ser en el salón de la realeza o durante la Misa del Gallo; en la Ópera de París, o en el kiosco de música de un pequeño pueblo de La Mancha… En las familias siempre había alguien que sabía tocar un instrumento, o que incluso formaba parte de la banda del pueblo. Así, la música conseguía llegar a todos los rincones y estaba considerada un auténtico lujo, un verdadero placer.
Los primeros aparatos que consiguieron llevar la música “mecánica” a todos los rincones fueron las cajas de música antiguas. Las primeras de las que se tiene constancia datan del siglo XVI y eran realizadas por relojeros suizos. Los primeros modelos constaban de discos metálicos, que a principios del siglo XVIII fueron sustituidos por cilindros. La evolución de las cajas de música dio lugar a los pianos mecánicos, las pianolas y los organillos. Estos aparatos eran utilizados de forma habitual en tabernas, fiestas y reuniones populares, como sustitutos de las bandas y orquestas.
La aparición de los aparatos musicales (las famosas “máquinas parlantes”) a finales del siglo XIX marcó un antes y un después. Gracias al fonógrafo de Edison, primero; y a la radio de Marconi, un poco más tarde, las casas se llenaron de los maravillosos sonidos que conforman una melodía. Los fonógrafos y gramófonos permitían escuchar las piezas favoritas una y otra vez, mientras que la radio hacía llegar a las casas las últimas novedades en materia musical. La evolución de estos aparatos, cuyos fabricantes publicitaban con slogans como “Ponga una orquesta en su casa”, fue vertiginosa: cada vez surgían diseños más sencillos, con mejor sonido y más asequibles.
Los años 60 y 70 vieron aparecer nuevos tocadiscos de diseño (aquellos nostálgicos pick-ups…), fabricados en plástico, metacrilato, madera, aluminio... Maravillosos aparatos musicales que hoy día despiertan nuestra fascinación, y que los coleccionistas buscan en subastas, tiendas online y rastros de segunda mano. En forma de modelos portátiles o muebles completos, sirvieron para llevar la música más animada a los guateques de la época.
Años después y ya en pleno siglo XXI, los tocadiscos vuelven a despertar interés y las grandes marcas lanzan modelos que reproducen el inigualable sonido de la aguja sobre el vinilo. Pero la realidad manda, y hoy día triunfan las aplicaciones informáticas: la música alcanza todos los rincones del planeta. Sin embargo, la belleza de los gramófonos de trompeta de principios de siglo, de las radios de válvulas y de los tocadiscos de hace décadas sigue intacta. Son testigos de una época revolucionaria que trajo la música a nuestras vidas, y esto les hace dignos de nuestro más sentido homenaje.
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Los fonógrafos antiguos fueron los primeros aparatos musicales capaces de reproducir sonidos, previamente grabados sobre cilindros de cera. Su mecanismo es muy sencillo, pero al mismo tiempo muy resistente. Gracias a esta característica, hoy día existen fonógrafos con más de 100 años de antigüedad que son capaces de reproducir melodías grabadas en cilindros de época. Los fonógrafos antiguos de nuestra colección han sido fabricados por las mejores marcas de todos los tiempos, incluyendo firmas emblemáticas como Edison o Columbia. Estos aparatos se fabricaron desde 1890 hasta 1920, cuando fueron definitivamente reemplazados por los gramófonos.
El primer fonógrafo de la historia fue diseñado y construido por Thomas A. Edison en 1877. Sin duda, se trata de uno de los inventos más importantes del siglo XIX: por primera vez en la Historia era posible grabar y reproducir sonidos, desde la voz humana hasta las más complejas interpretaciones musicales. En principio, los primeros artefactos no se utilizaban para reproducir música sino para facilitar los trabajos de dictado en las oficinas. Los primeros cilindros eran de metal, y la aguja grababa los sonidos directamente sobre la lámina; sin embargo, el laboratorio de Alexander Graham Bell desarrolló unos cilindros de cartón revestidos de cera más prácticos, baratos y ligeros, que sustituyeron definitivamente a los de metal. En 1888 se lanzó el primer gramófono, y durante 30 años ambos inventos convivieron y lucharon por el mercado discográfico de la época. En los años 20, los gramófonos desplazaron definitivamente a los fonógrafos antiguos; sin embargo, durante un tiempo la firma de Edisón siguió comercializando una versión llamada “dictáfono”. Este aparato se empleaba en las oficinas para grabar textos dictados. Los cilindros se podían regrabar varias veces.
Estos aparatos están formados por varias piezas básicas y un motor de funcionamiento mecánico. La caja de madera esconde el motor en su interior, mientras que en su parte superior se encuentra el mecanismo donde se coloca el cilindro. La trompeta se conecta al reproductor para amplificar el sonido. En los fonógrafos antiguos, normalmente la trompeta se retiraba para poder cerrar el aparato con una cubierta de madera. La cubierta contaba con un asa para su transporte. En cuanto a los cilindros, los fabricados con cartón y cera solían ofrecer una duración de 2 minutos; más tarde fueron sustituidos por cilindros de celuloide de 4 minutos de duración.
Una de las características más fascinantes de los fonógrafos antiguos es que los cilindros son siempre grabaciones directas del original. Estos elementos no se podían reproducir de forma mecánica, por lo que todos son piezas únicas.
La primera marca que fabricó y comercializó fonógrafos fue la propia de Thomas A. Edison. Sus modelos llevaban impreso el nombre Edison Home Phonograph. Sin embargo, pronto le salió un importante competidor: la Columbia Phonograph Company. La firma francesa Pathé Frèrés, conocida por ser una de las empresas pioneras en la industria del cine (a principios del siglo XX llegó a ser la productora cinematográfica más importante del mundo), también dedicó una rama de su negocio a fabricar y comercializar fonógrafos.
Los fonógrafos antiguos son artículos llenos de historia, de ingenioso diseño y gran potencial decorativo. Cuando escuchamos la música grabada en un cilindro en uno de estos aparatos, estamos escuchando una grabación original de época, única e inimitable. Por estos motivos, merecen un lugar de honor en cualquier salón o colección.
Pocos aparatos hay que generen tanta atracción como las cajas de música antiguas. Quién no ha tenido en su infancia una cajita de cuerda, que al levantar la tapa dejaba salir una melodía que se repetía constantemente… O tal vez, un pequeño mecanismo con manivela que reproducía una tonada popular. Las cajas de música antiguas nos transportan directamente a esa “era de los ingenios mecánicos” que comenzó en el siglo XIX, y que se extendió durante las primeras décadas del siglo XX. Relojes, fonógrafos, gramófonos, pianolas… Maravillosos y nostálgicos inventos, que constituyen el primer paso hacia la tecnología de la que gozamos en la actualidad. Nuestras cajas de música antiguas abarcan varias décadas, desde 1800 hasta 1920: son modelos de alta calidad, que a día de hoy nos siguen sorprendiendo por su buen funcionamiento y su variedad de melodías.
Las cajas de música han experimentado una constante evolución a lo largo de los siglos. Los primeros diseños de los que se tiene constancia se remontan al siglo IX, cuando los hermanos Musa de Bagdad construyen un aparato llamado “automatófono”, capaz de reproducir sonidos mediante un cilindro de púas. Grandes científicos e inventores de la talla de Athanasius Kirchner o Leonardo da Vinci experimentaron también con la construcción de aparatos musicales, que normalmente solían incluir autómatas. Sin embargo, la primera caja de música patentada como tal está atribuida a Antoine Favre, quien la construyó en 1796 sustituyendo las típicas campanillas por un peine de láminas de acero. Años después, en 1865 el suizo Charles Reuge funda una empresa relojera que su hijo Albert ampliaría más tarde hacia la construcción de cajas de música. La firma Reuge llegó a ser líder mundial en la fabricación de estos artículos.
En 1889 Paul Lochman fabrica la primera caja de música con sistema de discos, más cómodos de almacenar y más ligeros que los cilindros. Al mismo tiempo se iban desarrollando los organillos, cajas de música antiguas que funcionaban mediante un sistema neumático y rollos o tarjetas de papel perforado. La evolución de las cajas de música y los organillos fueron los pianos mecánicos o pianolas, que terminaron por sustituirlos a ambos. Todos estos aparatos se convirtieron en inventos obsoletos con la llegada de la radio, el fonógrafo y el gramófono; sin embargo, la fascinación que despiertan sigue vigente, y hoy día los aficionados a coleccionar cajas de música antiguas se cuentan por millares.
Funcionan con un cilindro de púas, estratégicamente distribuidas por toda su superficie. Al entrar en contacto sobre un peine de láminas de metal vibrantes, generan notas que se combinan para crear melodías. Los modelos más sencillos funcionan accionando una manivela, pero los más complejos y bellos llevan un mecanismo de relojería que se acciona mediante un motor de cuerda.
Su funcionamiento es similar a las de cilindros, pero en este caso el cilindro es sustituido por un disco giratorio (cuyo mecanismo es precursor de los gramófonos) dotado de unas pequeñas pestañas en su lado inferior. Las pestañas accionan las púas móviles de un cilindro, que a su vez generan la melodía.
El sistema neumático es similar al que hace funcionar a los órganos. Accionado por una manivela, el cilindro que integra el mecanismo de estas cajas de música abre y cierra una serie de llaves. Las llaves interrumpen o facilitan el paso del aire, que previamente pasa por unos tubos o unas lengüetas y los hace sonar. Los organillos son en realidad cajas de música antiguas de funcionamiento neumático, con las melodías registradas en rollos de papel o tarjetas perforadas.
Las cajas de música antiguas siguen siendo objetos llenos de belleza y encanto, perfectos para decorar y para completar atractivas colecciones. Su delicado sonido sigue tan vivo como cuando fueron los aparatos musicales más populares de su tiempo.
Con su estética singular y unos mecanismos de alta calidad, las radios antiguas mantienen su capacidad de fascinación con el paso de las décadas. El descubrimiento de las ondas electromagnéticas (posteriormente llamadas ondas hertzianas) y los posteriores trabajos de científicos como Nikola Tesla o Alexander Popov culminaron con la construcción del primer sistema de radio tal y como lo conocemos hoy, obra de Guglielmo Marconi. Frente a otras invenciones que en su tiempo fueron revolucionarias, pero que más tarde cedieron su lugar a nuevos descubrimientos (como los fonógrafos o los gramófonos), hoy día la radio sigue ocupando un lugar importantísimo en las vidas de millones de personas. El encanto de la palabra hablada ha logrado mantenerse firme, frente a la omnipresente imagen: la famosa canción de los años 80, “El vídeo mató a la estrella de la radio”, nunca llegó a hacerse realidad.
Historia de las radios antiguas
Previa a la invención de la radio como tal, la primera mención conocida a las ondas electromagnéticas la hizo James Clerk Maxwell en su estudio Una teoría dinámica del campo electromagnético, publicado en 1865. En 1888 Heinrich Rudolf Hertz consiguió crear dichas ondas de forma artificial, demostrando así la teoría de Maxwell. En su honor, a partir de entonces las ondas electromagnéticas se conocen como ondas hertzianas. En 1894 Guglielmo Marconi construye el primer sistema de telegrafía sin cables, que podía emitir y recibir ondas hertzianas por el aire. El inventor italiano fundó su propia empresa de equipos de comunicación por radio, punto de partida para la enorme difusión que alcanzaría el invento en las décadas posteriores. La paternidad del invento se atribuye hoy día a Marconi, si bien en su día se determinó judicialmente que las patentes previas de Oliver Lodge y John Stone Stone anticiparon el desarrollo del invento del italiano. La primera emisora de radio en funcionar de manera regular, la 8K de Detroit, comenzó su trayectoria en noviembre de 1920. Hoy día sigue en activo con el nombre de WWJ.
Tipos de radios antiguas
Podemos clasificar las radios antiguas en dos grandes grupos, según su mecanismo: radios de válvulas y radios de transistores. En realidad, las primeras de las que se tiene constancia (fabricadas a finales del siglo XIX) fueron las radios a galena; los primeros modelos empezaron a funcionar en 1920. Las radios de válvulas fueron el paso siguiente en la evolución de estos aparatos. El mecanismo funcionaba mediante válvulas tríodo, siendo el de tipo súperheterodino el más eficaz. Casi al mismo tiempo, en el año 1925 Julius E. Lilienfeld inventó el que se considera el primer transistor. En aquel momento no se encontró una aplicación práctica para la invención; durante varias décadas las investigaciones continuaron en Alemania y Estados Unidos, hasta que en 1946 tres científicos de los Laboratorios Bell patentaron el primer transistor. Las radios a transistores empezaron a comercializarse en 1954 y sustituyeron definitivamente a las de válvulas. Durante los años 60 y 70 se fabricaron por cientos de millones: su pequeño tamaño y precio asequible convirtió a la radio en un aparato de uso universal.
Marcas emblemáticas de radios antiguas
Muchas radios antiguas de calidad han sobrevivido hasta nuestros días: no solo en buen estado, sino también en funcionamiento. Las mejores marcas, muchas de las cuales todavía existen hoy como grandes multinacionales de la industria audiovisual, fabricaron aparatos con maravillosos diseños que siguen sintonizando emisoras en sus nostálgicos diales. Los modelos más atractivos eran fabricados por marcas como Philips, cuyas radios antiguas de las dos primeras décadas del siglo XX son auténticos iconos. La firma Philco también destacó en la fabricación de radios y televisores a partir de los años 30; sus radio-fonógrafos, producidos junto con RCA, son modelos muy buscados. Otras marcas muy populares en su tiempo fueron Loewe (cuya radio Venus es todo un clásico), Grundig, Saba o Telefunken.
El universo de las radios antiguas ofrece mil oportunidades de descubrimiento a los amantes de las piezas de época. Sus magníficos diseños e ingeniosos mecanismos, junto con el inigualable sonido de los aparatos de principios de siglo, las hacen merecedoras de toda nuestra admiración.
Los tocadiscos antiguos son la evolución lógica de los gramófonos. El concepto básico de funcionamiento es el mismo para ambos aparatos: la aguja colocada en el brazo entra en contacto con un disco giratorio, para después conducir el sonido generado a través de un altavoz para su difusión. Los tocadiscos se diferencian de los gramófonos en dos aspectos fundamentales: trabajan con discos de vinilo (en lugar de los antiguos discos de pizarra) y el plato gira mediante un motor eléctrico, mucho más cómodo y funcional que el motor a manivela de los gramófonos. Los primeros tocadiscos antiguos datan del año 1930; en nuestras colecciones disponemos de modelos de la época, pero también de magníficos diseños retro de los años 60 y 70, así como atractivos tocadiscos vintage de la década de los 80.
Historia de los tocadiscos antiguos
Con la popularización del gramófono, la industria discográfica prosiguió investigando en busca de sistemas más fiables y funcionales, que además aportaran mayor calidad de sonido. Así, en 1925 aparecieron los primeros tocadiscos eléctricos; esta evolución fue posible gracias al desarrollo de los amplificadores de válvulas y los brazos captadores de sonido (conocidos como pick-ups, nombre que después también se aplicó a los propios tocadiscos).
Las ventajas de estos aparatos frente a los aparatosos gramófonos eran evidentes:
Unos años después, la aparición de los tocadiscos semiautomáticos añadió una nueva ventaja: al terminar la reproducción del disco el brazo se levantaba y retrocedía hacia su posición inicial, apagando el aparato de manera automática. También se desarrollaron sistemas que permitían colocar varios discos superpuestos sobre el plato, de forma que fueran reproducidos de manera consecutiva. Esto permitía disfrutar de la música durante mucho más tiempo, sin tener que dar la vuelta o cambiar el disco.
Tocadiscos antiguos: modelos icónicos
A lo largo de varias décadas, los tocadiscos fueron evolucionando en busca de un mejor funcionamiento y un diseño más compacto y atractivo. Los primeros tocadiscos antiguos solo podían reproducir discos a dos velocidades: 77,8 y 78,2 RPM. Sin embargo, en los años 40 del siglo XX la firma RCA lanzó dos nuevos modelos, el 9EY3 y el 9EY3M, que incluían una nueva velocidad: 45 RPM. Durante los años 70 se realizaron magníficos diseños que hoy siguen despertando nuestra admiración: tocadiscos con carcasa de material plástico, aparatos con cuerpo de madera y tapa de metacrilato, modelos tipo maleta (portátiles, con los altavoces a los lados)… Entre ellos destacan tocadiscos emblemáticos como el Philips 22 GF Portable, un aparato compacto, cómodo y de calidad, fundamental en el boom que la música experimentó en los años 70 del siglo XX. Los modelos TD150 y TD160, fabricados por Thorens en los años 60 y 70, también son diseños legendarios que combinan elegancia y buen sonido. Otro modelo a destacar es el tocadiscos Schneider SSS: su carcasa de plástico anaranjado, altavoces estéreo y diseño compacto motivaron su inclusión en la guía L’ Utopie du Tout Plastic - 1960-1973, considerada la “biblia” del diseño en plástico de la época.
Los tocadiscos antiguos mantienen intacto su poder de fascinación. Son artículos muy decorativos, perfectos para decorar salones de tendencia y ambientes con estilo. Además, su evocador sonido los convierte en piezas únicas y exclusivas.
Sección de venta de agujas para gramófono, tono alto, medio y bajo. Cajitas de agujas de colección. Procedentes de antiguos stocks. De las mejores marcas: La voz de su amo, Songster, Marshall, Decca, etc.
Todo lo referente a cilindros de cera para fonógrafo, de 2 y de 4 minutos. PAra su uso en fonógrafos antiguos.
Venta de discos de pizarra o piedra, de 78 rpm, para su uso en gramófonos de hasta 1955. Discos de música clásica, ópera, zarzuela, jazz, canción popular, etc.
Sección dedicada a los discos de vinilo de colección, principalmente foto discos y ediciones limitadas. Desde 1960 a 1990. de 33 rpm y de 45 rpm. Singles, maxi-singles y LP's. En buen estado.
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