El coleccionismo de antigüedades militares está viviendo hoy un momento de gloria. El interés por la historia de la guerra parece ser mayor que nunca: cada día, en televisión se difunden documentales sobre épocas convulsas, estrategias de guerra, batallas y célebres derrotas. La militaria antigua está formada por todas las piezas, documentos y a...
El coleccionismo de antigüedades militares está viviendo hoy un momento de gloria. El interés por la historia de la guerra parece ser mayor que nunca: cada día, en televisión se difunden documentales sobre épocas convulsas, estrategias de guerra, batallas y célebres derrotas. La militaria antigua está formada por todas las piezas, documentos y artículos que sobrevivieron a aquellos tiempos, y que formaron parte del día a día de ejércitos y contendientes.
Así, las antigüedades militares no solo son valoradas por los años que tienen a sus espaldas, sino como piezas de relevancia en momentos históricos. Desde las temibles armas blancas antiguas hasta los uniformes y accesorios (cascos, charreteras…), pasando por las apreciadas medallas y condecoraciones, todas estas piezas desprenden un encanto muy especial: es como si en ellas se escondiera una pequeña parte de la historia de la Humanidad.
La belleza de un sable de oficial de caballería, de un poderoso machete o de una pequeña y peligrosa daga viene dada por una combinación de estética, poder y antigüedad. Estas armas forman parte de la militaría antigua más cotizada, sobre todo si se trata de piezas auténticas que alguna vez entraron en combate. Desde las famosísimas espadas de la Real Fábrica de Toledo, cuya calidad era apreciada en todo el mundo, hasta los imponentes machetes cubanos que portaba el ejército español en la Guerra de la Independencia, las armas blancas antiguas despiertan nuestra rendida admiración. A día de hoy, siguen siendo piezas exclusivas que destacan en las mejores colecciones y museos.
Los uniformes de los ejércitos son un distintivo diferenciador. Por un lado, sirven para proteger a quienes los visten; y por el otro, unifican el grupo y aumentan su carácter visual. Los uniformes antiguos y los complementos militares son piezas muy valoradas por los coleccionistas de militaría antigua. Muy especialmente, los amantes de las antigüedades militares aprecian artículos como los cascos, las charreteras, las insignias, las gafas de protección… La presencia de estas piezas aporta un punto muy interesante y original a cualquier colección de antigüedades bélicas que se precie.
El equipo de campaña incluye los elementos que los soldados llevaban para sobrevivir a la intemperie o en condiciones desfavorables. Dentro de las antigüedades militares, el equipo de campaña suele incluir sacos de dormir, bolsas y zurrones de viaje, tiendas de campaña, maletas portagranadas, botiquines y equipos de cirugía o sutura, cartucheras, cantimploras, prismáticos, herramientas para cavar trincheras… Todo tipo de artículos originales de antiguas contiendas que respiran autenticidad e historia.
La historia de las guerras está escrita en los libros de historia. Pero la de las personas que participaron, murieron o sobrevivieron en ellas solo permanece en los documentos antiguos. Las fotografías militares son, en este sentido, maravillosos recordatorios de quienes lucharon y sufrieron en los campos de batalla. Por otra parte, hay muchos documentos escritos que dan fe de cómo se hacían las cosas entonces: cartas (oficiales y privadas), permisos, licencias, mapas, oficios militares, pases para la reserva…
Son probablemente las antigüedades militares más buscadas. Estos artículos no solo destacan por su belleza (muchas veces están hechas de metales preciosos, con cintas de seda y decoración esmaltada a mano), sino que en ocasiones conmemoran un acto heroico o de valor o un importante servicio a la patria.
Todas las piezas que formaron parte del equipamiento de los soldados (o del desarrollo de antiguas batallas) forman parte de la militaría antigua. Además de las antigüedades antes mencionadas, dentro de este campo encontramos muchos otros objetos de interés: entre ellos, libros, banderines, metopas y complementos de vestuario (gemelos, botones, hebillas,cinturones…). Todos ellos conforman un universo de magníficas piezas, destinadas a formar parte de las mejores colecciones.
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Las espadas antiguas conforman un grupo de antigüedades muy especial. Por un lado, son piezas militares que nunca deben faltar en una buena exposición de armas antiguas. Por otro, su belleza y magnífica presencia las convierten en artículos de gran potencial decorativo. Dentro de la denominación “espadas antiguas” encontramos muchas piezas diferentes, cada una con su nombre, configuración, función y estilo propio. Desde los imponentes sables antiguos, que solían formar parte del equipamiento de los cuerpos de caballería e infantería, hasta las navajas antiguas que tan célebres hicieran los bandoleros, las armas blancas de época siguen despertando una fascinación notable que aumenta con el paso del tiempo.
Aunque muchas de ellas aún no han alcanzado el siglo de antigüedad, podemos considerar espadas antiguas las armas blancas fabricadas y empleadas hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Esta contienda la protagonizaron ya las armas de fuego, quedando las armas blancas en segundo plano. Sin embargo, durante siglos fueron el armamento más importante que llevaban los ejércitos, incluso después de la aparición de las armas de fuego (a las que incluso llegaron a incorporarse en forma de bayonetas).
Si bien muchos uniformes militares incluyen sables y dagas en su equipación, a partir de la II Guerra Mundial esta práctica se convirtió en algo reglamentario, prácticamente sin función práctica. Sin embargo, sabemos que los soldados japoneses portaban unos cuchillos llamados gunto, similares a las famosas katanas. Los oficiales del cuerpo de élite del ejército nazi llevaban también distintos tipos de dagas. En esta contienda, las armas blancas se utilizaban en combates cuerpo a cuerpo y como complemento del resto del armamento; por esta razón, solían ser armas cortas como dagas o cuchillos. Cabe destacar la célebre figura de Jack Churchill, un capitán británico que luchó en la contienda con un arco, flechas y una espada de doble filo conocida como “Claymore”. Churchill fue capturado por los alemanes (protagonizó una espectacular fuga) y sobrevivió a la II Guerra Mundial, falleciendo en 1996.
Las primeras armas blancas de la historia datan de la Edad del Bronce, cuando se forjaron las primeras dagas. No es hasta el año 2000 a. C. cuando la técnica del forjado del metal da lugar a las primeras espadas antiguas, tal y como hoy las conocemos. Entonces las hojas se fabricaban en bronce, lo que las hacía más frágiles; en el siglo XIII a. C. se empiezan a crear las primeras espadas de hierro. Durante la Edad Media y el Renacimiento, las armas blancas evolucionan y aparecen modelos como los sables, los machetes y los spadone, armas grandes y pesadas que se manejaban con las dos manos. En la Edad Moderna estas armas se hacen más ligeras; aparecen los estoques y otras espadas antiguas similares, que incorporan medidas de protección en la empuñadura. El desarrollo y uso de las armas blancas continuó hasta la II Guerra Mundial; partir del final esta contienda, se utilizan sobre todo como complemento de uniformes de gala y desfile.
Bajo el nombre de “armas blancas” podemos distinguir los siguientes tipos:
Las espadas antiguas, así como el resto de las armas blancas de época, conforman un universo que destila fascinación. Sus detalles, su calidad y su temible aspecto hacen de ellas piezas fundamentales en cualquier colección de antigüedades militares o bélicas.
Bajo el nombre genérico (y ciertamente incompleto) de medallas antiguas solemos englobar todo tipo de insignias y condecoraciones. Sin embargo, este campo es muy amplio y constituye un tipo de coleccionismo muy interesante: todas estas piezas tienen detrás una interesante historia, que suele coronarse mediante la entrega de la distinción por actos heroicos, servicios distinguidos o victoria en competiciones o concursos. De esta manera, en lugar de denominarlas como “medallas antiguas” lo mejor es emplear el término de condecoraciones antiguas. En ellas se incluyen las piezas otorgadas por instituciones militares o civiles, públicas o privadas.
Dentro de las distinciones otorgadas por servicios distinguidos, lo cierto es que los términos “condecoración”, “orden” y “medalla” se suelen usar indistintamente. Sin embargo, existen importantes diferencias que un buen coleccionista debe conocer. Las órdenes son militares y su entrega implica el ingreso del galardonado en una entidad corporativa. Las condecoraciones, por su parte, pueden ser civiles y no conllevan el ingreso en ninguna entidad. Dentro de las condecoraciones encontramos distintos tipos, de menor a mayor relevancia: Medalla, Cruz de Caballero, Cruz de Oficial, Encomienda, Comandante, Insignia, Gran Cruz y Collar. Así, la medalla sería simplemente un tipo de condecoración. Por otra parte, las insignias, pines y medallas también pueden ser de tipo deportivo, artístico, decorativo, etc. De hecho, las insignias y pines se utilizan a menudo para indicar que quien las porta pertenece a algún tipo de organización, club o similar. Es el ejemplo de las insignias de los clubs de fútbol, de organizaciones políticas (por ejemplo, las cotizadas insignias antiguas de la FE de las JONS de época franquista o de las SS alemanas)…
Las condecoraciones antiguas tienen su origen en Egipto. Su antecesor directo son los collares de oro que los faraones entregaban a sus súbditos para premiar los servicios extraordinarios. Durante la época clásica, la civilización griega tenía una condecoración conocida como tafalara, de forma circular y destinada a los soldados que destacaban por su heroísmo. Similar a ella era la phalera romana, que en lugar de colocarse en los arreos del caballo (como hacían los griegos) se ponía en la coraza del soldado. Durante la Edad Media las condecoraciones antiguas más importantes fueron las órdenes militares, entre las que se encuentran algunas tan famosas como la Orden del Temple o la de Calatrava. A partir del siglo XVII las condecoraciones entran en la Época Moderna, iniciada en Francia con la Orden Militar de San Luis creada por Luis XIV. La jerarquía de esta Orden, con los grados de Caballero, Comendador, Gran Cruz y Pensión, fue continuada por las que vinieron después y también por las de otros países. En el siglo XIX se estableció que las órdenes se otorgaran a todos los rangos militares por igual, en función de sus méritos. Durante el siglo XX y hasta nuestros días los gobiernos de todo el mundo siguen entregando condecoraciones a civiles, militares e instituciones o figuras de todos los ámbitos.
Antiguamente, las medallas tenían forma circular y estaban acuñadas por ambos lados. Con el tiempo la forma ha variado y las hay de distintos tipos. Podemos encontrar medallas puramente artísticas, conmemorativas (como recuerdo a algún evento especial), otorgadas por una organización por servicios distinguidos entregadas como premio de un concurso o competición, de tipo religioso u otorgadas por el gobierno por servicios al país (tanto de tipo civil como militar). El término “medalla” aparece escrito por primera vez en textos toscanos fechados en el siglo XIII. Al parecer, las primeras medallas como tales fueron acuñadas durante la época del Emperador Augusto (siglo I a.C.), tras la cual entran en desuso y su confección se vuelve más rudimentaria. En el Renacimiento (s. XV), la figura de Vittore Pisano Pisanello es fundamental en el resurgimiento de las medallas modernas, tal y como las conocemos hoy día. Pisanello recuperó las técnicas de acuñación romanas y las mejoró mediante un tallado de las medallas acuñadas con buril. En los siglos posteriores, grandes artistas como Alberto Durero crearon medallas conmemorativas y artísticas para encargos de particulares o instituciones. Las medallas pueden ser o no condecoraciones: tal calificación depende de si han sido otorgadas por el gobierno o alguna institución civil o militar como premio a determinados servicios, o por haber vencido en una competición o concurso.
Las medallas antiguas y las conmemoraciones antiguas crean fantásticas colecciones con miles de historias que contar e investigar. Sus preciosos diseños, colores y los materiales nobles de los que están confeccionadas las convierten muchas veces en auténticas joyas, dignas de museos históricos.
Dentro de las antigüedades militares, los cascos antiguos constituyen un sector muy especial. A su imponente presencia se le une su importancia histórica, que les aporta un valor añadido que pocas piezas de época pueden generar. Hasta la aparición de las armas de fuego, los cascos eran un elemento fundamental en la protección de los soldados. A partir de ese momento, si bien conservaron su capacidad protectora esta función pasó en cierto modo a segundo plano.
Los cascos han sido una parte fundamental del equipamiento de soldados y guerreros desde la Antigüedad. Cuenta la leyenda que los únicos soldados que no llevaban casco durante el combate eran los guerreros celtas; sin embargo, algunas piezas encontradas en excavaciones parecen desmentir este mito. De cualquier modo, la enorme variedad de cascos antiguos, su belleza y su calidad los hacen merecedores de un lugar en nuestra colección de antigüedades bélicas.
Desde el descubrimiento del metal en la Prehistoria, los hombres han forjado cascos para protegerse durante el combate. Se han encontrado cascos procedentes de civilizaciones mesopotámicas (acadios y sumerios), fechados en el siglo XXIII a. C., así como piezas de la Grecia Micénica (s. XVII a. C.) y cascos forjados por los asirios (año 900 a. C.). En los primeros tiempos se fabricaban de cobre y cuero, pero con la evolución del trabajo sobre metal se empezaron a utilizar otros materiales más resistentes, como el bronce y el hierro. Alrededor del año 950, algunas sociedades empezaron a emplear acero forjado en la construcción de armas y cascos. En aquellos tiempos, los cascos tenían un uso puramente militar y solían cubrir el cráneo y parte del rostro del guerrero.
Con el tiempo los diseños fueron evolucionando y cambiando, apareciendo piezas magníficas como los cascos japoneses, los yelmos de armadura o los morriones españoles. En el siglo XVII el uso militar de los cascos antiguos empezó a declinar; de hecho, a principios del siglo XVIII, los soldados de infantería de muchos ejércitos dejaron de llevar casco. Sin embargo, a partir de 1789 el ejército napoleónico volvió a utilizarlos en sus cuerpos de caballería. El uso de la artillería durante la I Guerra Mundial renovó la necesidad de incorporar cascos de acero en el uniforme de los soldados para protegerlos de la metralla. En este sentido, los primeros cascos de acero modernos son el Adrian del ejército francés y el Brodie del ejército británico. Otro casco antiguo muy conocido es el Stahlhelm alemán, introducido en 1916 en sustitución del famoso Pickelhaube prusiano (casco de punta utilizado por el ejército alemán durante el siglo XIX). Todos estos modelos se emplearon también durante la II Guerra Mundial.
Cascos griegos. Precursores en diseño de los romanos, se caracterizaban por las protecciones que llevaban sobre la nariz y las mejillas. El más famoso es el casco corintio.
Cascos romanos. Empleados por los ejércitos de la Antigua Roma, hay distintos tipos como el montefortino, el coolus, el gálico-imperial, el itálico, el de centurión (con penacho transversal, de oreja a oreja) y el de tribuno o legionario (con penacho longitudinal, de nuca a frente).
Cascos medievales. Durante la Edad Media se desarrollaron muchos tipos de cascos antiguos. Todos ellos cubrían prácticamente toda la cabeza y la cara, con mallas o viseras que permitían una mejor movilidad. Entre ellos podemos destacar el yelmo, la barbuta, la celada, el morrión, la capelina, el bacinete…
Cascos japoneses. El casco antiguo tradicional de la armadura japonesa recibe el nombre de kabuto. Los más antiguos datan del siglo V, siendo más adelante incorporados al uniforme de los samuráis. Son muy elaborados y ornamentales.
Además de cascos, los uniformes militares incorporan en muchos casos todo tipo de sombreros y tocados que complementan el atuendo militar. Algunos de los más conocidos son los siguientes:
Bicornios. También conocido como “sombrero de dos picos”, el bicornio es un tocado militar creado para el ejército francés a partir de 1790. Es el sombrero con el que se representaba habitualmente a Napoleón Bonaparte. Este modelo (frontal) llevaba las puntas hacia fuera, pero a partir de 1810 se cambió al diseño “costal”, con las puntas en la frente y la nuca. El bicornio costal fue muy popular en Latinoamérica, siendo empleado por figuras como el argentino José San Martín o el venezolano Simón Bolívar.
Gorras militares antiguas. Las gorras se caracterizan por llevar una visera frontal fijada al cuerpo del tocado. Las hay de distintos tipos: gorras de plato, quepis, ros o la rusa budiónovka, entre otras.
Boinas militares antiguas. Las boinas ejercen una función no protectora, práctica y diferenciadora. Los ejércitos celtas las empezaron a incorporar en el siglo XII. En España se utilizaron mucho durante las Guerras Carlistas (donde indicaban el grado militar según el color). En la Guerra Civil, el ejército franquista incluyó la boina roja como parte de su equipación. Hoy día son muchos los ejércitos que incorporan boinas en los uniformes de distintas secciones.
La enorme variedad de cascos antiguos y sombreros militares existentes hace que el coleccionismo de estos artículos sea una afición apasionante. Presentes en museos históricos y militares de todo el mundo, los cascos y tocados de época son piezas de enorme poder de atracción.
La categoría de militaria antigua comprende todos los artículos, objetos y piezas de coleccionismo relacionadas con el mundo bélico y militar, sin contar las condecoraciones y las armas. Los objetos bélicos antiguos son muy apreciados por los coleccionistas especializados; a lo largo del año, son muchas las ferias y eventos donde se reúnen los amantes de la militaría antigua, y donde existe la posibilidad de adquirir estos preciados artículos. En las subastas, dependiendo de su historia e interés estas antigüedades pueden alcanzar altos precios. Su mayor atractivo reside sin duda en el pasado que guardan detrás: momentos importantes de la historia del mundo y de la humanidad, pero también las historias únicas (muchas veces desconocida) de aquellos que los poseyeron, portaron o lucieron.
Dentro de la militaria antigua podemos destacar una serie de artículos y objetos altamente codiciados por los amantes de las antigüedades bélicas. Los grupos más relevantes son:
Uniformes antiguos. Desde las prendas fundamentales del uniforme (pantalón, botas, camisa y/o cazadora…) hasta los accesorios y adornos, todos estos elementos pueden formar parte de una buena colección de militaría antigua. Aquí encontramos objetos singulares como charreteras, correajes, cinturones, gemelos, hebillas o distintivos…
Cascos antiguos. Son artículos muy apreciados por su espectacularidad. Los cascos han formado parte de los uniformes de soldados y guerreros desde la Edad del Bronce. Entre los cascos antiguos más interesantes figuran los kabutos japoneses (característicos de los legendarios samuráis), los cascos corintios griegos, los cascos de legionarios y centuriones romanos (con sus llamativos penachos), los vistosos morriones que portaban los soldados españoles, el famoso pickelhaube prusiano y el casco Adrian francés, que se utilizó en la I Guerra Mundial. Además de cascos antiguos, en las colecciones de militaria también encontramos todo tipo de gorros, gorras (desde el ros hasta la gorra de plato), boinas y bicornios, característicos de los ejércitos de muchos países.
Equipo militar antiguo. Además del uniforme y el armamento, los soldados de cualquier ejército deben portar una serie de objetos y accesorios que les ayuden en el desempeño de sus tareas. El equipo de campaña es imprescindible para la supervivencia: en él podemos encontrar tiendas de campaña antiguas, binoculares antiguos, mapas, portadocumentos, botiquines, kits de cubiertos y platos…
Propaganda bélica antigua. Los carteles y anuncios propagandísticos forman parte de la sección más atractiva de la militaria antigua. Su potente estética e influencia histórica no pasan desapercibidos, siendo muy codiciados por los mejores coleccionistas. Entre ellos cabe destacar los magníficos carteles de los primeros años de la URSS, los afiches realistas de la Alemania Nazi y los carteles españoles republicanos y franquistas, que en determinados ejemplos comparten una estética sorprendentemente contemporánea.
Libros y revistas antiguos de temática militar. Una parte muy interesante de la militaria antigua la comprenden los libros y revistas antiguos relacionados con temas bélicos. Como cualquier publicación de época, el interés de estos objetos se reparte entre el interés histórico de su contenido y su atractivo estético. Estas publicaciones cubren un amplio espectro de temáticas: entre ellos podemos encontrar manuales para preparar armas o explosivos, tácticas y estrategias, textos de ingeniería bélica, manuales de instrucción para soldados, diarios y memorias, reportajes de guerra, libros de cartografía… Todo un universo de literatura militar, revalorizado por el encanto que siempre conservan las piezas antiguas.
Coleccionar militaria antigua es una afición que en muchos casos se llega a convertir en una auténtica pasión. La enorme variedad de artículos existentes, su interés histórico y su atractivo los convierten en piezas exclusivas, adoradas por los amantes de las antigüedades bélicas.
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